menu

               TELERADIOCOSTA Servicios Informativos de la Costa

video destacado

“Yo he tocado en fiestas de narcos”


En el lugar sólo estaban las mesas vacías, botellas de cerveza tiradas por el piso y los automóviles con las puertas abiertas. De los músicos y los ayudantes del grupo Kombo Kolombia, ni rastro.
Los peores temores de los familiares de los músicos -entre ellos un joven tecladista, el único colombiano del grupo- se empezaron a confirmar el lunes, cuando las autoridades del norteño estado de Nuevo León, donde fueron secuestrados, anunciaron que los cuerpos hallados en un pozo correspondían a los desaparecidos.
Hasta el momento se han encontrado 17 cadáveres, de los cuales 14 ya han sido identificados. En total fueron secuestradas 20 personas entre músicos y colaboradores. Sólo uno logró escapar a la matanza.
Por ahora se tiene claro que el ataque iba dirigido contra Kombo Kolombia. Según Jorge Domene, portavoz del gobierno de Nuevo León, “se trató de una acción directa contra los integrantes de este grupo”, quienes fueron plagiados cuando tocaban en una fiesta privada. Sin embargo, poco más se sabe.
Sólo que los integrantes del Kombo Kolombia -que interpretaban música vallenata- entran a engrosar la larga lista de músicos asesinados en los últimos años en México.
“Es un negocio”
La matanza también despierta viejas inquietudes sobre la ambigua relación entre sectores de la música popular y el fenómeno del narcotráfico.
Antonio (nombre supuesto) es un músico que ha tocado en fiestas de narcotraficantes.Cuando se le pregunta por qué lo hace, su respuesta es simple: dinero.
“Esto es un negocio y se trata de ganar dinero con lo que hacemos”, contesta a través de un correo electrónico. “Pagan bien y al contado, y sin muchos problemas”.
Al periodista Javier Valdéz -del periódico sinaloense Río Doce y quien ha escrito varios libros sobre el tema del narcotráfico- le parece exagerado “condenar a un músico por haber tocado en una fiesta de narcos”.
“Finalmente es un producto. Él no es autoridad”, dice, a pesar de que es crítico con los narcocorridos.
El profesor José Manuel Valenzuela, Investigador del Colegio de la Frontera Norte (Tijuana, Baja California) y especialista en música y violencia en México, está de acuerdo.
“Que toquen en una fiesta no los vuelve delincuentes. Por supuesto que no llega el gran personaje reconocible y le dice: ‘quiero que vengas a mi fiesta’. Y por supuesto es muy difícil, ya estando allí, que alguien diga ‘no, yo no toco’”.
¿Es posible negarse a tocar cuando un narcotraficante lo pide? Responde Antonio.
“Pues nunca hemos sabido de alguien que se niegue, porque todo mundo toca por hacer negocio, aparte que nadie va a decirte ‘va a estar fulanito o zutanito’, sino que sólo te contratan y ya. Pero uno sabe cuándo se trata de fiestas de pesados desde el principio”.
Y agrega: “en este negocio todo mundo sabe que quien desea tener mucho éxito se ocupa de alguien que lo respalde, gente con dinero e influencias, y ellos (los narcos) tienen todo eso.Pero es como todo: si no quieres meterte en problemas, pues no te metes y ya”.
De nuevo, el narcocorrido
El punto de contacto más evidente entre el mundo del narcotráfico y la música son los narcocorridos, sobre los que se ha escrito hasta el cansancio. Sin embargo, el profesor José Manuel Valenzuela recuerda algunos puntos importantes.
En primer lugar, el corrido siempre fue una suerte de crónica de la vida social (algo que, de paso, tiene en común con los inicios del vallenato colombiano). “En la medida en que el narcotráfico ha adquirido una insoslayable presencia en la vida nacional, pues evidentemente el corrido también registra gran parte de las historias que emergen de esos entramados dolientes del narcomundo”, dice el especialista.
Según el académico, los corridos comienzan a prohibirse cuando “empiezan a hablar de la complicidad de agentes policiales, de militares, de gente del clero, de políticos”.
Antonio está seguro de que ninguna prohibición acabará con el género, “porque a la gente de todas maneras le gusta esa música y la oye en sus casas o en sus carros; no importa que no la oigan en el antro (bar), eso nunca lo van a parar”.
Valenzuela añade que mientras el narcotráfico tenga una presencia social tan fuerte, seguirá siendo “recreado no sólo en el corrido, sino también en el rock, el reguetón” y otras formas de expresión artística. Aunque sea el corrido, por su carácter de “género con enorme inserción popular”, el que resulte más visible.
Eso mismo explicaría el impacto que tiene en la opinión pública el asesinato de artistas a manos del narcotráfico, a pesar de que el flagelo “incorpora prácticamente a todos los sectores sociales”, argumenta el académico.
¿Miedo?
Las muertes de algunos músicos ya forma parte del folclor oral en México. Como la historia del que fue asesinado porque se atrevió a cantar una canción en homenaje al Joaquín “Chapo” Guzmán en territorio de sus acérrimos enemigos, los Zetas.
¿Cómo son las fiestas de los narcos? “Pues hay mucha seguridad -responde Antonio- y no hay pobreza. Mucho pisto (alcohol), comida y otras cosas. Hay dinero hasta para tirar pa’ arriba. La mera verdad, todo es muy tranquilo porque hay mucha vigilancia, mucha seguridad. Siempre hay uno que otro que se le pasan la cucharadas, pero casi siempre los calman para que no haya broncas”.
¿Siente miedo que le pueda ocurrir algo por tocar en una de esas fiestas? “Pues, como te digo, es sólo negocio y uno toca donde le paguen y si no te metes en el negocio pues no hay bronca”.
El problema es que, como dice el periodista Javier Valdéz, algunos músicos se meten. “Algunos de estos grupos no sólo le entran al tema sino al negocio, ellos mismos son narcotraficantes”.
Cuando Antonio oye que músicos han sido asesinados, piensa que “algo hicieron, enamoraron a alguna mujer prohibida o agraviaron a alguien pesado“.
“A lo mejor se metieron en problemas, , quién sabe. Pero, como te digo, si no te metes en problemas con nadie no hay lío”, afirma.
Y remata, cauteloso: “la tocada es una profesión como cualquier otra y tiene sus peligros, pero pues sólo diosito sabe cuándo nos va a llamar a todos por igual”.

Músicos asesinados

El primer caso del asesinato de un músico por la violencia del narcotráfico es el de Rosalino Sánchez Félix, conocido como El Chalino Sánchez, en 1992. Sólo en los últimos seis años han sido asesinados 15 músicos, entre ellos una mujer: Zayda Peña.
  • Sergio Vega, El Shaka
  • Fabián Ortega Piñón, El Halcón de la Sierra
  • Diego Rivas
  • José Baldenegro Valdéz, baterista del grupo Enigma Norteño
  • Jesús Quintero, El Traviezo Quintero
  • Carlos Vicente Ocaranza, El Loco Elizalde
  • Julio César Reyes Ocaña, Julio Alberto Barraza Flores, Jorge Luis Rivera Mendoza, Marco Antonio Pérez, de La Quinta Banda.
  • Sergio Gómez, K Paz de la Sierra
  • Valentín Elizalde, El Gallo de Oro
  • Zayda Peña, de Zaida y Los Culpables
  • Alfonso Lizárraga, de Estrellas de Sinaloa
  • Javier Morales Gómez, de Los Implacables del Norte