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testimonio de una de las detenidas del 1D : Judith Gomez Contreras


“Hace un par de años trabajé en Santa Martha haciendo un documental sobre las condiciones en centros de reclusión. Escuché mil veces la misma historia. Ahora yo era una de esas historias, no lo podía creer. En verdad lo estaban haciendo, nos estaban llevando a la cárcel y a la grande”. Aquí el testimonio de Judith, detenida durante las manifestaciones del #1DMx y liberada 10 días después.
Por: Judith Gómez Contreras (@PollyKrac)
En la detención nada fue dicho. Un grupo de aproximadamente 30 granaderos se acercó corriendo hacia nosotros y todo fue violencia y gritos de “siéntate pendeja”. Me encuentro de frente con un granadero bajito, con un bigote pronunciado. Mi reclamo como ciudadana no se hizo esperar “¿qué te pasa? no estamos haciendo nada”, la respuesta “qué te sientes pendeja” y con empujones me sentaron, a mí y a varios.
Nos tuvieron alrededor de una hora ahí, algunos de esos granaderos se burlaban, otros se mantenían callados. Me acerqué a uno para preguntarle cuánto tiempo estaríamos ahí. No hubo respuesta. Después pregunté “¿no te dejan hablar conmigo?”, respondió con un gesto negativo. Me dí por vencida, saqué mi bloqueador solar, me puse un poco, ofrecí a los demás… entonces me senté en el piso y me recargué en uno de los escudos que sostenía un granadero. Al parecer no le gustó, porque cada que me recargaba lo quitaba, todos con la mirada fuerte y una expresión seria.
Después de eso fuimos traslados al MP, éramos un grupo de alrededor de 25 personas con las que llegué. No tomaron los nombres como siete policías, por ahí se escuchaba que éramos sus bonos de navidad, que con que les dieran 300 pesos por cada uno estaba bien. En el MP estuvimos alrededor de 40 horas, sin comunicación, sólo una llamada en la que no te dejaban dar detalles, sin agua, sin baño (bueno, una letrina en la galera, misma que compartí con otras tres), camas de piedra. A las chicas nos separaron de los hombres, nos conté y según recuerdo éramos 19. De mi lado izquierdo, las chiquitas de teatro; del lado derecho, Ana Lilia, Yessica, Diana y Rita, que aún sigue en reclusión. Nos comunicábamos a través de las rejillas del piso, te tenías que tirar al piso para poder hablar o escuchar. Tratábamos de reír de vez en vez, de cantar, de mantenernos fuertes, alguna se rompía de vez en vez…
Cada vez veíamos pasar más detenidos, hombres la mayoría, golpeados, sangrando. A unos ni siquiera se les veían los ojos, escenas muy fuertes y que nadie entendía. La mayoría sólo tuvimos la oportunidad de ver a nuestro abogado al momento de la declaración, fue cuando supimos los cargos, 38 horas después de estar ahí: DAÑOS A LA PAZ PÚBLICA. Al momento de terminar mi declaración, me llevan con las demás chicas. El procurador Jesús Rodríguez Almeida nos dice que nos van a llevar a la Procuraduría de la Mujer, ya que habíamos declarado maltrato físico y necesitábamos ayuda psicológica, que nuestros padres y abogados ya sabían, lo cual era absurdo ya que yo acaba de declarar y mi abogado no dijo nada al respecto. Sin embargo ese grupo que seríamos llevadas ya no era de 19 sino de 11, entre ellas la señora de 53 años. Las 11 quedamos de acuerdo en que ninguna se movería hasta que un abogado llegara y hablara con nosotros, teníamos miedo de ser desaparecidas.
Cuando llega el momento del traslado le hacemos saber a ese señor que no pretendemos movernos, entonces somos rodeadas de aproximadamente 15 hombres y dice en voz alta “ah, no quieren, entonces a la fuerza pinches viejas” y la primera de la fila se ve violentada por tres hombres que la jalonean. La impresión fue tal, que todas dijimos que si sería de esa forma podíamos caminar… Nos sacaron a escondidas, corriendo por una rampa y nos subieron a un camión negro, con pequeñas rejillas en los lados. Eran aproximadamente las 4am del lunes 3 de diciembre. El temor era grande, nadie entendía ni sabía que estaba pasando, entre llantos y confusión, una de nosotros preguntó que a dónde nos llevaban, de la voz de una custodia se escuchó: “a Santa Martha”. No puedo ser clara en qué dijeron las demás, recuerdo algunos llantos, preguntas. De mi parte sólo hubo un silencio penetrante, una sensación que jamás olvidaré en mi vida, cerré los ojos e intenté recuperar el aliento. Era difícil, sentía una fuerte opresión en el pecho, sentía que me ahogaba, me vinieron a la mente todos los testimonios de mujeres inocentes, pagadoras es el término. Hace un par de años trabajé en Santa Martha haciendo un documental sobre las condiciones en centro de reclusión, escuché mil veces la misma historia, ahora yo era una de esas historias, no lo podía creer. En verdad lo estaban haciendo, nos estaban llevando a la cárcel y a la grande.
Estuvimos frente a la puerta de entrada de procesadas alrededor de una hora, estaban esperando que dieran las 6am para meternos. Al darme cuenta de dónde estamos, le explico a las chicas lo que está pasando: puerta de procesos, nos están metiendo a la cárcel. Me preguntan por qué. Les digo que somos sus pagadoras, por qué real, no lo sé. Llegadas las 6am se escucha cómo empiezan a abrir los candados. Con el término “señoras” nos dicen que caminemos, nos piden nuestro nombre en un registro de entrada, al dar la vuelta en un cuartito me doy cuenta que nos están quitando nuestra ropa de civiles para usar la de las presas que están en proceso, una ropa beige que tienes que elegir de entre un montón de ropa sucia y usada del piso. Sólo puedes tomar una prenda, un pantalón y una blusa. La custodia se dio cuenta de mi pequeño tamaño y me dejó tomar otra para cubrirme del frío. Esa misma custodia, una vez todas de beige, nos dijo: “aquí ya están en la cárcel y entrar es bien fácil, pero salir…”. Las chicas intentaban zafarse, explicar a todos que éramos inocentes. Al escucharnos hablar, al escuchar nuestros estudios, las custodias también se sorprendieron, pero como les dije a mis compañeras “Santa Martha no tiene la culpa, aquí nos vinieron a aventar, no pueden hacer nada”. Fue lo único que dije, eso y que soy licenciada en cine y televisión.
Estuvimos en la estancia A donde están “las nuevas”, las de ingreso. Siempre nos mantuvieron juntas, seis en una estancia, cinco en la otra. Los dos primeros días estuvimos poco tiempo, ya que el primero es de mil y un trámites y el segundo fuimos a juzgados. El poco tiempo en Santa Martha estuvimos bajo candado, al tercer día el candado se fue.
Las condiciones del lugar en ingreso son nefastas. Hace un frío aniquilador y las palomas son dueñas del lugar, llenan de caca todo lo que está a su paso. Hay agua de vez en cuando y cuando hay es helada como hielo; con suerte sale hirviendo como para cocinar, pero se agradece que sea caliente. Para hacer del baño, pues todas te ven, y para aprovechar el agua, tienes que bañarte al menos con una más. Los primeros días teníamos nada. Gracias a que varias chicas me conocían por mi trabajo con ellas, tuvimos una cobija extra de las que nos dieron. Al parecer teníamos privilegios, porque a ninguna de ingreso les dan cobija y colchoncito como a nostras. La verdad es que esas eran totalmente insuficientes para el congelador que era el lugar. Teníamos que dormir abrazadas, en mi estancia éramos cinco: Mariana, Claudia, Angélica, Saraí, Regina y yo.
Las custodias algunas eran buenas, algunas nos apoyaban mucho, otras eran frías y duras como su trabajo demanda, pero todas se sorprendían de escucharnos. Era mucha la diferencia de las personas con las que están acostumbradas a tratar, la verdad es que siempre nos cuidaron. Mi estancia siempre tenía visitas de las otras chicas del penal, decían que estando con nosotras no se sentían en la cárcel. Todo el tiempo les hablábamos de cómo ser mejores ciudadanos, de cómo ejercer sus derechos, de cómo ser mejores mujeres, eso les gustaba. Iban y nos contaban sus casos, cómo injustamente, igual que nosotras, estaban ahí. Fuimos un poco de luz y fuerza para ellas, siempre tratamos de mantenernos fuertes, no hacíamos tanto.
Te levantas temprano, abren la celda onda 7am y pasas lista 8am. Entre esas horas cae agua (agua café) y con suerte está caliente, entonces hay que aprovechar para bañarse, lavar la poca ropa, los pocos trastos. De ahí todo el tiempo platicábamos con las demás. En mi caso particular estuve pasando el tiempo con las chicas con las que trabajé antes, visité sus estancias. Población es diferente, es más limpio, más caliente, es -por feo que suene- su casa. Ingreso es lugar de paso. La fraternidad entre las mujeres es increíble. Hay cuidado, cariño, amor. Son mujeres increíbles las que encuentras ahí dentro.
Ahora me atrevo a decir que quiero a Santa Martha. Desde el primer momento que estuve ahí en el 2009 no he hecho más que aprender de él, es terrible pensarse dentro de él, sobretodo cuando te dicen que tu posible sentencia será de 19 años, 7 meses, 11 días. Preguntarte por qué y responderte “por nada, por estar ahí, porque el gobierno así lo requiere”, qué injusticia viven tant@s en esos lugares, víctimas de sus circunstancias. Y con eso me refiero a la pobreza y a la falta de educación, y en nuestro caso, al regreso de una fuerza represora máxima, el gobierno del PRI.
A mi familia, por suerte, sólo tuve que verla dentro un par de veces. No esperaba ni quería verlos más, era muy fuerte ver a la gente que amo devastada por verme ahí dentro. Eso fue lo peor y es lo que sigue molestando. Hicieron que mi familia y los que me quieren pasaran terribles noches y días.


* Judith Gómez Contreras tiene 27 años. Estudió Cine y Televisión en CENTRO diseño, cine y televisión. Desde el 2009 ha trabajado en festivales de cine como Distrital, cine y otros mundos, y FICUNAM. Su trabajo más reciente es como Coordinadora de Programación en Cine Tonalá. Actualmente dirige un documental respecto a lo ocurrido el pasado 1ero de diciembre.